domingo, 8 de febrero de 2009

CAPÍTULO I: Pretensiones y Café.

- ¡Cállate! – me dijo – Y sólo escucha lo que tengo que decirte.

El Maestro Brooke tenía una educación bastante elevada. Me sorprendieron esas palabras, por supuesto, porque no era algo que hubiera esperado de él.

El no era un hombre que perdiera el tiempo, así que en lo restante me dediqué solamente a escuchar su magnífico discurso.

- Lo he llamado “12 formas básicas de ser pretencioso”, y me parece que más que un ensayo o una clase es un manual de vida - me aseguró, mientras sus ojos brillaban de la manera más especial que le había visto hasta entonces.

(Me pareció hallarle una cierta similitud con algo, pero no recuerdo exactamente con qué).

- Se trata de lo siguiente – continuó, volviendo a su mirada “normal” – Las pretensiones tienen un parámetro algo difícil de seguir, y es mejor tomarlas en serio. Existen pretensiones absolutamente eximias, relevantes, excelsas: “Ser feliz” es el más claro ejemplo. Todos queremos ser felices. Quien diga que no, quien diga que le gusta sufrir, me parece muy sencillo apuntar que le hace feliz el sufrimiento. Tiene sentido ¿No es así? Bien. – y no volteaba ni parpadeaba, cuánto le admiro. Sus conocimientos sobre psicología barrían mi mente, por lo cuál hubiera sido imprudente tan solo argumentar en contra de esto.

- Lo que sucede, es que a muchos – y me miró, nunca queriendo hacerme sentir mal – les hace felices el hacer infelices a otros. Su pretensión está bien, pero, como sabrás, es maquiavélica. Y nadie en su sano juicio (que no esté pensando en quedar bien con otros) apoya la anticuada idea de la justificación de los medios en manos del fin. Así, este tipo de personas se agradan de mostrarse majestuosos (a mi vista son execrables, de alma cochina), lo cuál me parece, dentro de lo majestuoso, una majestuosa mierda – lo miré a la cara, queriendo hacerle notar lo que acababa de decir. - ¡Eso! ¡Eso que dije! ¿Estás tomando notas? ¿Quién creería que Abraham Brooke, célebre y respetado profesor de la lengua, la antropología, la filosofía, el arte, la cultura, la psicología y la matemática diría tales palabras? – y yo garrapateaba en mi libretilla.

Ciertamente, el profesor andaba de ánimos. Él acostumbraba ser muy correcto para hablar, y nunca hubiera dicho siquiera la palabra “panza” enfrente de un colega. Pero yo no era su colega. Ahora que es momento de decirlo: Yo era su yerno. Así que, como siempre lo dije: “puede hablarme como se le pegue la gana”. Seamos sinceros, él medía poco más de dos metros, y yo no quería, desde luego, afectar mi relación con su hermosísima hija.

Continuó su discurso, mientras yo, en mi faceta de estudiante, escribía como loco.

- Las pretensiones pueden ir más allá del estólido lucimiento que ellos proveen a sus convecinos. Otro aspecto bastante importante es el de las personas que gustan de lo contrario. Mientras unos quieren parecer importantes, éstos gozan sentirse lo más pobre. Nadie tiene más problemas que ellos. Nadie sangra tanto como ellos. Sus hijos son los peores. Sus padres y madres son los más estrictos. No hay hermanos tan molestos como los suyos, y su perro es el más mordelón del barrio. ¡Cómo me molesta este arquetipo! ¡Es tan insulso! ¡Parecen querer dar lástima, pero en realidad están de presuntuosos! Costumbre anodina la suya, me exacerba en sobremanera. Me irrita barbaridad.

Presumiéndome un poco más de su vocabulario, lanzó toda clase de improperios hacia ellos. Pareciera que este era el paradigma humano que más le molestara. Pero no fue así.

- Peor – continuó – hay otros que me molestan más, y a los que dedicaré más epítetos interesantes un poco más adelante.

- Hay otro tipo de personas. Y más que hablar excitadamente sobre temas igual de molestos, se dedican a no decir nada. Son la clase de personas que no te escuchan cuando hablas, pero tampoco quieren decir nada. Y generalmente te dejan hablar por horas, diciendo después alguna idiotez con la cual se verán inteligentes por haberse quedado callados. ¿Cuántas llevo?

- Pues… a ver… - dije, apresuradamente, con tal de quedar bien con él, que me confiaba sus pensamientos – Están las siguientes: Pretenciosos presumidos, pretensiosos afligidos, pretenciosos callados.

- Espero que estés poniendo atención – me dijo, esbozando una ligera sonrisa.

- Sí, señor. No lo dude ni un poco – respondí con mi voz más educada.

- Vaya… Vaya yerno que tengo. Me siento bien. Al fin alguien puede compartir mis pensamientos. En fin. Ya es hora – concluyó la mini-conversación, excusándose después porque tenía que ir a hacer un no sé qué a no sé dónde.


By Moe

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uork uork uork!!!

Pues... por desgracia no nos veremos en febrero...
A todos los equipos nos tocó alivianar a uno q' anda en problemas, así q'...
Y arturo me decía "pues en domingo"
Pero pues si iré a trabajar d' lunes a sábado... ya sabrás porque el domingo esta super prohibidísimo d' tocar ._.'

Ahí nos vidrios!
me trasquilé el cabello!!!
si si si!!!
étoile's revenge!!!
tengo tarea d' inglés!!! ToT
byeXx!!!

saludillos d' sabores y colores...!

Anónimo dijo...

se nota mucho conocimiento de psicologia, esas cosas no las escribe alguien q no esté en la materia..


va bien

Anónimo dijo...

¡Cómo se nota que escribía con diccionario a la mano! Ya no me acuerdo de la mitad de estas palabras.

Gracias por los recuerdos.